Hernán Cortés: Infancia y juventud (I)

Ésta va a ser la primera parte de muchas, que dedicaré a Hernán Cortés, pues es un personaje muy importante y distinguido, a la par que interesante, tanto en la historia de España como en la de otros países de América.


Hernán Cortés Monroy Pizarro Altamirano nació en Medellín(Badajoz), hijo de Martín Cortés y de Catalina Pizarro. En su infancia estuvo a punto de morir en varias ocasiones porque tenía una salud muy vulnerable.

Su padre le envió a Salamanca para que estudiara leyes, pero se dedicó más a su afición por el juego y a las mujeres. Acabó fundiéndose la hacienda paterna por lo que su padre le echó de casa y se desentendió de él. Durante más de un año Hernán Cortés estuvo viviendo en distintos garitos del levante español bajo el pretexto de que iba a embarcarse a las órdenes del Gran Capitán para las campañas de Italia, cosa que nunca hizo.

Se dice que era de aire aniñado, y a primera vista presa fácil, para aquellos que frecuentaban los mismos tugurios que él. Tuvo que servirse de la espada en muchas ocasiones, era muy habilidoso con ella ya que prestó en Salamanca más atención a estas clases que a las de leyes.

Sacó provecho de sus estudios salmantinos, se las daba de gramático y se dedicó a corregir todos los documentos que le ponían a la firma los escribanos.

Llegó por primera vez a las Indias Occidentales en el 1504, al poco de desembarcar en Santo Domingo enfermó con unas fiebres tan altas que el cirujano pensó que moriría, sin embargo, se recuperó y siguió sus andanzas. Poco más tarde fue atendido de nuevo por el mismo cirujano por una herida de sable, que recibió en un duelo por una mujer de licenciosas costumbres, en el que su adversario perdió la vida.

El gobernador de la Española era el comendador don Frey Nicolás de Ovando(retrato a la izquierda), el cual era inflexible en la administración de justicia, y cuando se enteró de lo sucedido a Hernán Cortés lo hizo llamar y mostrándole los barcos que habían en el puerto le dijo: "Mirad en qué navío de éstos queréis volver a Castilla".

Esta fue la primera ocasión en la que consta la gracia que tenía Hernán Cortés en ganarse el favor de la gente. Consiguió conmover al comendador con el arrepentimiento que mostró, y en lugar de devolverle a España, lo "condenó" a un confinamiento en un pueblo llamado Azúa (en la costa oeste), en la que le asignó una granjería de ciento cincuenta indios con la obligación de trabajarla, en parte para él y en parte para la Corona.

Hernán Cortés para trabajar la granjería puso al frente a un negro llamado Tadeo, famoso por su fuerza y por el miedo que imponía a los indígenas. Mientras, Hernán Cortés se las apañó para hacerse con el cargo de escribano de la plaza demostrando lo que aprendió en Salamanca de leyes. Pronto se dio cuenta de que la corrupción en el gobierno de las Indias era extremedamente común y que podría obtener más beneficios con las dádivas y cohechos que con la granjería.

Aún así siguió con la granjería, siguiendo con la afición que duraría hasta su muerte de hacer fructificar la tierra, aunque siempre cuidando de que fueran otros quienes la trabajaran. Pidió semillas de España y muchas de ellas se aclimataron, ampliando así la variedad. También fue partícipe del tráfico de cerdo, la carne de cero era la única que se producía en la isla.

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